Terrible mal es la lepra, pero ¿ya qué horror puede sobrepujar al que se contempla en los campos de batalla y al cual no parece sino que se vayan avezando aun los más piadosos espíritus? Por lo mismo no hay inconveniente alguno en hablar de lo que en otra ocasión podría parecer repulsivo. ¿No es más repulsivo acaso que esa cruel enfermedad el hacinamiento de cien mil cadáveres destrozados por la metralla? Trátase además de dar a conocer una publicación destinada a combatir los estragos de un morbo que en todo tiempo ha azotado a la humanidad; mal que ya preocupaba hondamente a Moisés; que puso en labios de Job las más tremendas maldiciones del dolor humano; que dio ocasión al Redentor a mostrar su omnipotencia al sanar al hombre de Cafarnaum y que en todo tiempo ha tentado a las plumas más vigorosas para trazar el cuadro de la suprema infelicidad, desde Villiers de l’Isle Adam a Gabriel Miró. Aunque afortunadamente la lepra no alcanza ya las proporciones que en la antigüedad y la Edad Media, subsiste, sin embargo, en muchos países, y entre ellos el nuestro, especialmente en las provincias de Levante, y por lo mismo merece los más calurosos aplausos el doctor don Faustino Barberá Martí, distinguido director de la notable Revista Valenciana de Ciencias Médicas, por la publicación de su importantísimo trabajo ¡Per defendre’s de la lepra! Cartilla dedicada a la classe treballadora, presentado al segundo Congreso de Médicos de lengua catalana. Empieza el doctor Barberá señalando la existencia de un foco en la raya entre Cataluña y Valencia, y, reconociendo la imposibilidad de su desaparición por la simple intervención oficial, apela a la difusión del conocimiento del morbo entre las poblaciones constantemente amenazadas, como principal medio para evitar el contagio de la aterradora enfermedad; aterradora por su incurabilidad, su traidora invasión y su transmisión a los sanos, que es la única manera como se contrae. El autor se vale, para mejor comprensión del asunto, de la forma dialogada y su lenguaje no puede ser más comprensible, lo cual en nada afecta a su valor científico. Asienta en primer lugar el contagio de la lepra, aunque no en el grado que otras enfermedades; en cambio no parece deba aceptarse la herencia, como no sea en sentido de predisposición; su origen es microbiano (bacilo de Hansen, nombre del médico noruego que lo descubrió en 1875). Como medios prácticos de defensa hay que ponerse en guardia contra los casos puramente sospechosos, pero tratándose de un caso confirmado se impone el aislamiento, ya en una leprosería, ya en el domicilio particular, aunque guardando entonces las más minuciosas precauciones, según las medidas que prescribe la Cartilla. […] El autor abomina de la suerte que se les reservaba a los leprosos en la Edad Media, y confía en que pronto saldrán del laboratorio la profilaxis y la terapéutica etiológica, como ha salido ya la profilaxis, por las vacunas, de la fiebre tifoidea y el tétanos traumático.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada