dimecres, 24 de maig del 2017

companys i l'ajuntamen

El actual Ayuntamiento pasará a la historia envuelto en el mayor de los descréditos. No hablamos ya del alcalde, cuya gestión ha merecido justificadas censuras en diversas ocasiones. Nos referimos a los concejales, que es más doloroso, porque su representación viene conferida por el pueblo. No recordamos que jamás se hubiesen producido en Consistorio situaciones y discusiones tan cómicas. Al que asiste a la sesión le parece estar escuchando a concejales de un villorrio. Abundan las palabras que revelan incultura, las frases gruesas, las impertinencias, las tonterías y nimiedades expuestas en torpe lenguaje. La audacia se ha enseñoreado del Concejo municipal, y mientras unos adoptan gestos de orador, que resultan de una gravedad cómica y discuten acerca de pequeñas cosas, otros formulan, con ridícula petulancia, grandes proyectos en luengos discursos de tonos apocalípticos. Muy pocos son los que tienen la virtud de callar. Por esto son tantas las mociones que se formulan. Pueden los dictámenes permanecer semanas sobre la mesa; puede quedar interrumpida la marcha administrativa; pueden aguardarse los servicios municipales que están en desconcierto permanente; pueden salir perjudicados multitud de intereses y, en globo, el interés general de la ciudad; lo que no puede aplazarse de ningún modo, es el planteamiento de una moción que lleva en el buche el señor A. o B., acerca de fútiles cosas y al solo objeto de que al siguiente día la prensa recoja sus palabras y estampe su apellidos. Es evidente que apenas deberían formularse mociones en Consistorio. El trabajo de los concejales está en la Comisión respectiva a que pertenecen. Allí laboran con modestia y con insistencia los que aman a la ciudad. […] La discreción, el buen nombre, el respeto y la estima deben atribuirse y concederse a los que hablan poco y a tiempo. De estos hay algunos, modestos, abnegados, que cumplen con su deber; que podrán intervenir en un dictamen sobre asuntos que conocen; que podrán formular, excepcionalmente, una moción. Pero que no se distinguen por su irritante manía exhibitoria que revelan otros. Se guardará recuerdo de este Ayuntamiento por petulante y por impotente. […] No sería extraño que los barceloneses, en un resurgimiento de sus grandes indignaciones, hicieran un acto público, una manifestación solemne de todas clases y partidos, en contra del Ayuntamiento actual. […]

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