dilluns, 16 de maig del 2016

Revolucio cultural xina

El caos y la brutalidad de la Revolución Cultural, desatada por Mao Zedong hace 50 años, ha recibido poca atención pública en China. Después de la caída de la Banda de los Cuatro, el Partido Comunista y gran parte de la población china optaron por seguir adelante, al tiempo que las políticas orientadas al mercado cobraban fuerza. En los últimos años, sin embargo, el interés por volver a recordar ese periodo ha crecido. Algunos chinos han percibido ecos de la Revolución Cultural en la campaña "cultura roja" en Chongqing bajo el ya caído en desgracia gobernador Bo Xilai, o en la campaña anticorrupción del Presidente Xi Jinping, y han defendido que hay que hacer un balance más amplio de la Revolución Cultural para evitar repetir sus errores.
Roderick MacFarquhar, un estudioso de la política china de la Universidad de Harvard, es un destacado experto en la Revolución Cultural. Es el autor de la trilogía "Los orígenes de la revolución cultural" y, con Michael Schoenhals, de "La última revolución de Mao." En esta entrevista, habla sobre la relevancia de aquella época para la China contemporánea.
¿Cómo abordan los líderes chinos el 50 aniversario de la Revolución Cultural?
No creo que al partido le preocupe mucho este 50 aniversario. Si yo fuera Xi Jinping, probablemente diría a mis colegas: simplemente asegúrense que nadie celebra esto o recuerda aquello.
¿Qué impacto ha tenido la Revolución Cultural en el pensamiento de Xi y otros líderes chinos que crecieron entonces?
Es difícil responder a eso. Xi Jinping es claramente un líder muy confiado y audaz a la hora de correr riesgos, pero eso no viene necesariamente del hecho de que participase en la Revolución Cultural. Sino de que es un “pequeño príncipe”, y por lo tanto tiene una cierta confianza en sí mismo dada la forma en que se crió antes de la Revolución Cultural.
Creo que tampoco podríamos decir nada concreto acerca de la generación de Revolución Cultural, ya sea, porque los que están en la dirección del país y el partido por el momento no representan a toda la generación. Es Xi Jinping. Es un liderazgo de un solo hombre.
Xi Jinping, dijo que no se puede borrar la época de Mao, pero no sabemos qué elementos de la era de Mao no quiere cancelar. Sabemos una cosa: no le gusta la espontaneidad de la Revolución Cultural. La única cosa que no quiere es caos. Mao tenía la sensación de que podía controlar las cosas a través de su Pensamiento. Dio a la gente el paraguas de su pensamiento y les dejo hacer lo que quisieran. Estaba convencido de que llegarían a la conclusión correcta. Pero los líderes post-Mao no quieren este tipo de caos.
Algunas personas han comparado la campaña anticorrupción de Xi Jinping, y la Revolución Cultural.
Xi Jinping sabe si estuviera dispuesto a impulsar realmente el caos que fue la Revolución Cultural, sería expulsado del cargo muy rápidamente, porque ningún líder chino ni a muchos chinos les gustaría que eso sucediese. Además, Xi Jinping, es en gran medida un maniático del control. Quiere que las cosas se desarrollen en la forma en que quiere que se desarrollen. El Presidente Mao era muy diferente. Él creía que si se dejaba libre a la gente harían lo correcto, siguiendo su pensamiento y todo sería muy bueno.
Sin embargo, hay un gran parecido de la Revolución Cultural con la lucha contra la corrupción de Xi. Mao intentó revolucionar el país lanzando a los los guardias rojos. Xi Jinping, trata de hacer buena a la gente, purificarla mediante la campaña contra la corrupción. Tanto Mao como Xi desean cambiar al pueblo chino.
¿Cómo recuerda la Revolución Cultural la sociedad en general?
No se habla de la Revolución Cultural en China hoy en día. La gente tiene cosas más importantes en que pensar que lo que ocurrió hace 50 años. Tienen que encontrar mejores puestos de trabajo, ganar más dinero y enviar a sus hijos a mejores escuelas. Sé que hay un museo de la Revolución Cultural en Sichuan, y hay un lugar en Shanghai, donde se pueden ver los carteles de la Revolución Cultural. La gente no ha olvidado la Revolución Cultural por completo, pero no creo que sea en ningún caso una prioridad.
Hay izquierdistas en China, que argumentan que ciertas políticas sociales de la época, al igual que las "comunas populares," no carecían totalmente de fundamento.
R. Las políticas de Mao no pudieron durar 25 años sin que hubiera y haya personas que crean que había algo bueno en ellas. Los izquierdistas pueden ver todo lo que rechaza la gente de la Revolución Cultural, pero creen que fue un gran movimiento de izquierda enturbiado por la violencia. Sostienen que China debe volver al izquierdismo, puro y simple, con sus escuelas y comunas. Las personas que son izquierdistas de verdad no cambiarían de opinión incluso si hubiera un debate abierto sobre la Revolución Cultural.
¿Cuáles son algunos de los mayores errores de interpretación de lo que fue la Revolución Cultural?
Dentro de China, es muy difícil decir, porque hay tan pocas personas que hable de ella. En mi libro ["La última revolución de Mao"] trato de demostrar que la Revolución Cultural no fue una lucha de poder. Si lo hubiera sido, el Presidente Mao habría puesto fin a la Revolución Cultural en febrero de 1967, porque la lucha por el poder había terminado. Liu Shao-chi [presidente de China y presunto sucesor de Mao] había desaparecido.
Pero la Revolución Cultural estaba en realidad empezando en 1967, cuando se extendió a las provincias. Mao aprovechó la Revolución Cultural para deshacerse de los sectores de la dirección que pensaba que no era lo suficientemente revolucionarios. Pero el hecho de que la revolución Cultural continuase después de que purgase a  los líderes que quiso demuestra una auténtica voluntad de llevar a cabo esa loca idea de revolucionar a todo el país.
¿Cree que todavía habrá presión sobre el Partido para hablar abiertamente de ese período, digamos,  dentro de 20 años?
Creo que dentro de 20 años el partido se habrá liberalizado, si todavía existe. Depende del éxito que tenga Xi Jinping en el futuro inmediato. Creo que seguirá siendo muy importante para los chinos, por una razón muy simple: la esencia de la Revolución Cultural no es sólo que Mao la desencadenó y provocó el caos. La esencia es que los chinos, sin órdenes directas, fueron tan crueles los unos con los otros. Se mataron, se enfrentaron y se torturaron entre sí. Mao no iba por las calles y decía: "Usted está autorizado para torturar. Torture". Simplemente, sucedió.
Creo que lo que la Revolución Cultural ha demostrado es que la violencia, con la que el Partido Comunista había gobernado China hasta ese momento - las diferentes campañas, las reformas de la tierra, las campañas contra los contrarrevolucionarios,  la campaña anti-derechista campaña – que todo eso había sido inyectado en el cuerpo político, y que los jóvenes lo absorbieron a través de su piel. Mao disparó el pistoletazo de salida, y les dio la señal: "Es correcto hacer la revolución, todo se puede hacer".
El coste de la Revolución Cultural, 50 años más tarde
Evan Osnos
En 1979, tres años después del final de la Gran Revolución Cultural Proletaria, el líder chino Deng Xiaoping visitó los Estados Unidos. En un banquete de estado, en el que estaba sentado cerca de la actriz Shirley MacLaine, esta le dijo a Deng lo impresionada que estaba de su viaje a China unos años antes. Recordó su conversación con un científico que le dijo que estaba agradecido a Mao Zedong por sacarlo de su campus y enviarlo, como hizo con millones de otros intelectuales durante la Revolución Cultural, a trabajar a una granja. Deng respondió: "Estaba mintiendo."
El 16 de mayo es el quincuagésimo aniversario del inicio de la Revolución Cultural, cuando el presidente Mao lanzó  en China la campaña para purificarla de saboteadores y apóstatas, para encontrar los "representantes de la burguesía que se han infiltrado en el Partido, el gobierno, el ejército, y diversos ámbitos de la cultura" y denunciarlos con "el telescopio y el microscopio del pensamiento Mao Zedong". Cuando la Revolución Cultural llegó a su clímax, había muchas maneras de cuantificar sus efectos: unos doscientos millones de personas en el campo sufrían desnutrición crónica, porque la economía se había paralizado; hasta veinte millones de personas habían sido arrancados de sus hogares y enviados al campo; y un millón y medio habían sido ejecutados o empujados al suicidio. La contaminación de ideas extranjeras, reales o imaginarias, a menudo era la base para una acusación; las bibliotecas de textos extranjeros fueron destruidas, y la embajada británica fue quemada. Cuando Xi Zhongxun-el padre del actual presidente de China, Xi Jinping, fue arrastrado ante una multitud, se le acusó, entre otras cosas, de haber mirado a Berlín Occidental a través de unos prismáticos durante una visita a Alemania del Este.
Al examinar el legado de la Revolución Cultural, lo más difícil no se puede cuantificar de manera precisa: ¿Qué efecto tuvo la Revolución Cultural tiene en el alma de China? Todavía es un tema que no se puede debatir abiertamente, al menos no fácilmente. El Partido Comunista restringe estrictamente la discusión sobre el período por temor a que puede provocar un nuevo balance a gran escala del legado de Mao y del papel del Partido en la historia china. En marzo, en previsión del aniversario, un editorial de Huánqiú -Global Times, un tabloide  bilingüe del Partido, advirtió contra los "pequeños grupos" que buscan crear "un caótico malentendido de la Revolución Cultural". El editorial recordó a la gente que "las discusiones no deben apartarse estrictamente de la política o el pensamiento del partido".
No obstante, en los últimos años, las personas han tratado de abordar la historia y su papel en ella. En enero de 2014, ex alumnos de la Escuela Secundaria Experimental de la Universidad Normal de Beijing se disculparon ante sus antiguos profesores, por su parte en la creciente violencia de agosto de 1966, cuando Bian Zhongyun, el director adjunto, fue golpeado hasta la muerte. Pero este tipo de gestos son raros, y a los de afuera a menudo les resulta difícil entender por qué los sobrevivientes de la Revolución Cultural se resisten a revisar una experiencia que moldeó sus vidas tan profundamente. Una explicación es que los acontecimientos de ese período fueron tan complejos que muchas personas sienten la doble carga de ser a la vez verdugos y víctimas. A principios de este año, Bao Pu, un editor de libros que creció en Beijing y ahora reside en Hong Kong, dijo: "Todo el mundo siente que fue víctima. Si nos fijamos en ellos, uno se pregunta, ¿Qué diablos estabas haciendo en esa situación? ¿Fue culpa de todos los demás? No se puede culpar de todo a Mao. Fue el responsable, que fue el cerebro, pero para alcanzar ese nivel de destrucción toda una generación social tuvo que participar en ella".
China se encuentra hoy en medio de otra fiebre política, en forma de una ofensiva contra la corrupción y la represión de puntos de vista disidentes. Pero no debe confundirse con una repetición de la Revolución Cultural. Incluso tras los miles de arrestos, la escala de sufrimiento es de un orden diferente, y las comparaciones a vuela pluma corren el riesgo de minusvalorar todo el terror de la Revolución Cultural. Hay diferencias tácticas, también: en vez de llamar a la población a atacar al Partido, como Mao hizo en su llamamiento a "bombardear el Cuartel general", Xi Jinping, se ha inclinado por un control más estricto de la dirección, que busca fortalecer el Partido y un mayor control personal del poder. Ha reorganizado la máxima dirección situándose en el centro, sofocando cualquier pensamiento liberalizador  y a  los medios de comunicación, y, por primera vez, ha perseguido  a sus críticos, incluso cuando viven fuera de China continental. En los últimos meses, los servicios de seguridad chinos han secuestrado a oponentes en Tailandia, Myanmar, y Hong Kong.
Y, sin embargo, hay un paralelismo más profundo entre este momento en China y cuando Xi crecía como un adolescente en la Revolución Cultural, lo que ilumina lo perdurable que son algunas de las características del sistema de Mao. Xi, en sus constantes maniobras para identificar a sus enemigos y eliminarlos, ha reavivado la cuestión que Lenin consideraba la más importante de todas: "¿Kto, Kovo" - "¿Quién, quién?" En otras palabras, en cada interacción, la pregunta esencial es que parte gana y que parte pierde. Mao y su generación, que creció en medio de la escasez, no creía que existiese la menor posibilidad de repartir el poder o de pluralismo; llamó a "establecer una clara distinción entre nosotros y el enemigo". "¿Quiénes son nuestros enemigos? ¿Quiénes son nuestros amigos?". Esto, dijo Mao, era "una cuestión de primera importancia para la revolución". China hoy en día, en muchos aspectos, tiene poca relación con el mundo de Mao, pero en este tema, Xi Jinping, es fiel a su raíces.
Ese punto de vista de suma cero está distorsionando las relaciones de China con el mundo exterior, incluso con los Estados Unidos. Era fácil reírse de la noticia el mes pasado de que China había celebrado el "Día Nacional de Educación sobre Seguridad" con la impresión y distribución de un cartel que advierte a las funcionarias públicas sobre los peligros de salir con extranjeros, que podrían ser espías. El cartel, titulado "Amores peligrosos", es la crónica del romance desgraciado de la pequeña Li, una funcionaria china, que se enamora de David, un estudiante extranjero pelirrojo, y que termina dándole documentos internos secretos. Otras noticias recientes han sido motivo de preocupación: en abril, después de años de advertencias de líderes de alto nivel de que las ONGs extranjeras podrían tratar de contaminar la sociedad china con ideas políticas subversivas occidentales, China aprobó una ley para controlar fuertemente sus actividades. La ley da nuevos poderes a la policía de China para el seguimiento de fundaciones, organizaciones benéficas, y de defensa de intereses sectoriales, algunas de las cuales han operado en China desde hace décadas. Muchas ONGs habían advertido que la ley, de ser aprobada, paralizaría su capacidad para seguir funcionando, y ahora están evaluando si pueden seguir actuando en el nuevo marco legal.
En la medida que China, cincuenta años después de la Revolución Cultural, juega con la idea de aislarse, una vez más, de la influencia extranjera, vale la pena tener en cuenta que los costes pueden ser mayores que los que apreciamos hoy. Este otoño, Harvard University Press publicará una nueva historia “Unlikely Partners: Chinese Reformers, Western Economists, and the Making of Global China,” de Julian Gewirtz, estudiante de doctorado en Oxford. El libro cuenta la historia poco conocida de cómo los  intelectuales y líderes chinos, al enfrentarse a una economía arruinada al final de la Revolución Cultural, buscaron la ayuda de economistas extranjeros para la reconstrucción. Entre 1976 y 1993, en una serie de intercambios, conferencias y colaboraciones, los intelectuales occidentales trataron no de cambiar China, sino ayudar a que China cambiase ella misma, e hicieron contribuciones indispensables para el ascenso de China como potencia económica mundial. "Los gobernantes de China estaban a cargo de este proceso, buscaron ideas occidentales y no copiaron de forma indiscriminada. Pero estaban abiertos a la influencia occidental y fueron influenciados profundamente", afirma Gewirtz. "Esa historia no debe olvidarse. Y, en un momento en que la economía y la sociedad de China pueden volver a temblar, un retorno a esa apertura y asociación con Occidente -en lugar de la vuelta al aislamiento intelectual y la desconfianza internacional que parecen estar en marcha-, es la mejor manera de evitar un desastre".
Resumen de prensa: El legado fantasmagórico de la Revolución Cultural
En ausencia de cualquier debate público nacional de ese período de la historia de China, a menudo las memorias personales siguen siendo la mejor visión que tenemos del caos de la Revolución Cultural. En un nuevo libro, "La Revolución Cultural: La otra historia, 1962-1976", su autor Frank Dikötter analiza documentos del Partido de la época, así como historias personales y argumenta que muchos de los objetivos de Mao fueron socavados por la gente, a medida que se desilusionaban cada vez más, creando el clima para las reformas económicas bajo Deng Xiaoping. En The Wall Street Journal, Peter Neville-Hadley reseña el libro:
“La nueva revolución de Mao fue un intento de restablecer el control, eliminar a los que se había atrevido a expresar su desacuerdo y disuadir a los futuros críticos que podrían desempeñar el papel de Kruschev en relación a Stalin. Se inició con un editorial en el Diario del Pueblo en junio de 1966 que exhortó a los lectores a "barrer todos los monstruos y demonios", definidos más adelante en términos generales como "aquellos que desde el poder dentro del Partido toman el camino capitalista".
Los estudiantes denunciaron a sus profesores, cuando tuvieron suficiente confianza abusaron físicamente de ellos, y luego, al no haber intervención del gobierno, comenzaron las torturas y los asesinatos. La revolución se expandió más allá de los campus y comenzaron los encarcelamientos generalizados  y las torturas a quienes se consideraba que tenían un origen de clase sospechoso.
[...] La Revolución Cultural provocó una desilusión generalizada en el Partido. Las campañas interminables produjeron una resistencia generalizada, incluso entre los propios miembros del partido. Las parcelas privadas, los mercados negros, el arrendamiento de tierras y las fábricas clandestinas proliferaban sin permiso. Las reformas de Deng Xiaoping fueron en gran parte la aceptación de lo que ya estaba sucediendo.
Deng en realidad resistió la descolectivización, pero, como escribe Dikötter, "no tenía ni la voluntad ni la capacidad para luchar contra la tendencia natural hacia la empresa privada y una economía de mercado." Cuando las comunas fueron finalmente disueltas no se trató más que del reconocimiento de que para los agricultores las  granjas colectivas eran ya irrelevante”.
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En el Australian Financial Review, Lisa Murray entrevista a varias personas que vivieron la Revolución Cultural como guardias rojos o como hijos de padres que fueron perseguidos bajo Mao, entre ellos el escritor Yu Hua, que tenía seis años de edad en 1966:
“Yu es uno de los pocos escritores que vive en China y que habla sobre el impacto actual de la Revolución Cultural. Sostiene que el país nunca se ha enfrentado a ese período de su historia.
[...] En una columna para el New York Times hace dos años, Yu argumentó que se ha dejado al libre albedrío de la gente pedir perdón a sus víctimas en los periódicos o en los medios sociales. "Ahora, ya retirados,  expresan su arrepentimiento, en parte debido a que no pueden justificar lo que hicieron, en parte porque les perturban los esfuerzos por dar una visión positiva de la Revolución Cultural," dice Yu en su artículo. "Han confesado voluntariamente actos vergonzosos, con la esperanza de que los jóvenes de hoy entiendan la historia sombría de esa época".
Pero a diferencia de estos individuos con "remordimientos de conciencia", dice Yu, el Partido Comunista nunca ha tenido ningún problema en absolver sus propios errores y se esforzó por hacerlos desaparecer de los registros históricos". En el período inmediatamente posterior a la Revolución Cultural, muchos buscaron como repudiarla, pero cuando nuestros líderes se dieron cuenta de que este tipo de crítica erosionaba su propia autoridad, inmediatamente suprimieron esas críticas – sofocándolas con tanta fuerza, que era como si nunca se hubieran expresado”.
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Aunque los niños en China no aprenden toda la historia de ese periodo en las escuelas, el escritor para niños Cao Wenxuan ha ganado reconocimiento internacional por relatar las experiencias de los niños en la Revolución Cultural. Cao recientemente se convirtió en el primer autor chino en ganar el prestigioso premio Hans Christian Andersen de literatura infantil. Amy Qin en The New York Times escribe:
“Los caóticos años de la Revolución Cultural forman el telón de fondo de muchas de sus historias. Su libro de 2005 "Bronce y Girasol," por ejemplo, se refiere a la amistad de una chica, Girasol, que sigue a su padre desde la ciudad al campo, al que ha sido enviado a realizar trabajos forzados, y Bronce, un niño que no puede hablar cuyos padres son aldeanos pobres.
[...] El Sr. Cao insiste en que la Revolución Cultural es "meramente el escenario, no el tema principal" de sus libros. Aun así, algunos dicen que sus descripciones sencillas de la vida de entonces se necesitan ahora más que nunca. En las escuelas hoy a los niños se les enseña las versiones aprobadas oficialmente de lo que para muchos de sus padres y abuelos fue un tiempo intensamente formativo y frecuentemente traumático.
"La historia de ese período ha sido distorsionada tanto, que es importante que los niños aprendan lo que paso", dijo Wu Qing, profesor retirado en Beijing que fue miembro del jurado del premio Andersen. "Cao escribe sobre ese periodo con humanidad, y no incluye ninguna consigna política. Escribe desde su propia experiencia".
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El escritor Yan Lianke, cuyo libro "Los Cuatro Libros" ha sido preseleccionado para el premio Man Booker, fue entrevistado recientemente por Catherine Wong, delSouth China Morning Post de Hong Kong:
"Nunca ha habido una discusión seria acerca de la Revolución Cultural," dijo Yan recientemente en Hong Kong, donde es profesor invitado de literatura china en la Universidad de Ciencia y Tecnología.
"Cuanto más se habla de ella y más críticas son nuestras reflexiones sobre ella, más progresará China para mejor. Sin embargo, China retrocederá si seguimos evitando el tema ".
Según  Yan, el debate sobre la Revolución Cultural refleja cómo los intelectuales del país se enfrentan a su historia.
"Vamos a tener que reanudar el debate sobre la Revolución Cultural, tarde o temprano, para entender sus problemas", dice.
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Yu Zhen, que era un estudiante de 13 años de edad, cuando Mao Zedong lanzó la Revolución Cultural, ha contribuido a la discusión en internet con sus propias experiencias como guardia rojo. Tom Phillips lo recoge enThe Guardian:
Desde el inicio de este año, Yu ha estado tratando de utilizar su blog para derribar el muro de silencio que rodea oficialmente los sucesos de aquel verano sangriento.
"Si nuestros descendientes no conocen la verdad van a cometer los mismos errores de nuevo", escribió en la introducción de su serie de reflexiones en internet. "Quiero contar experiencias reales para demostrar que la Revolución Cultural fue inhumana".
Incluso medio siglo después, Yu, un periodista retirado, dice que todavía está tratando de comprender los horrores que presenció aquel verano y cómo se radicalizó hasta convertirse en uno de los "pequeños" generales de Mao.
[...] Las reflexiones de Yu, sobre aquellos días de caos han ganado los elogios de muchos lectores. "Las personas que defienden decir verdad son tan raros en estos días", escribió en su blog uno de sus seguidores. "Así que esperamos que más gente como el Maestro Yu salga a decir la verdad. Realmente aprecio lo que el Maestro Yu ha hecho".
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Como el profesor Yiju Huang, de la Universidad de Fordham, dice a Nicholas Taggerty en Commonweal, la incapacidad del gobierno para permitir que la gente haga su duelo ha dejado en el armario de la sociedad china toda una serie de “fantasmas” que impiden cualquier dictamen histórico real sobre los acontecimientos de la década entre 1966-1976:
Nicholas Haggerty: ¿Cuál es la visión estándar de la Revolución Cultural en China?
Yiju Huang: En China, la Revolución Cultural se entiende como una década de caos, pero también hubo un intento precipitado de hacer un dictamen histórico definitivo. Aunque la imagen de Mao se vio empañada, su legado fue salvado-'fue mal aconsejado por el chivo expiatorio de la "banda de los cuatro", pero ahora que el polvo se ha asentado, es posible avanzar'.
Desde mi punto de vista, sin embargo, todavía persisten hoy una serie de fantasmas. Los crímenes que se cometieron en nombre de un bien mayor utópico no han sido adecuadamente analizados y superados.

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